Adicción
“El gran camino no es difícil para aquellos sin preferencias”
-3er Patriarca Chino
La mayoría de nosotros pasa la primera parte de nuestra vida tratando de adquirir una identidad, y el resto de nuestras vidas defendiéndola. La definición de un adulto, después de todo, es alguien que ha dejado de crecer. La adicción es una supresión de nuestra creatividad -nuestra natural y siempre joven habilidad de crecer y desarrollarnos.
Anhelamos experiencias que reforzarán un sentimiento de quiénes somos y que no contradigan lo que pensamos que somos. Pero el hecho es que quién pensamos que somos ya ha sido decidido por nosotros; es decir, no es un “algo” absoluto que esté fijo para siempre. Si ya nos hemos programado a través de acciones y costumbres desarrolladas desde hace mucho tiempo, entonces precisar ciertos estimulantes para poder sentir que valemos algo ocasiona que nuestra identidad y nuestras experiencias habituales se vuelvan inseparables. Estos estimulantes son externos, como el alcohol, la mariguana, heroína, cocaína, azúcar, cafeína, chocolate, etc., conocidos como sustancias químicas exógenas. Pero los estimulantes también pueden ser producidos por el cuerpo.
A estas sustancias químicas se les llama endógenas, y pueden producir la misma sensación de excitación y alivio que inducen las sustancias exógenas. Algunas personas ya son adictas al trabajo, al juego, al sexo o a algún otro tipo de actividades que actúan como catalizadoras para secretar ciertas sustancias químicas endógenas en el cuerpo.
El cuerpo humano tiene células receptoras que tienen la habilidad de captar drogas como la cocaína y la heroína, así como cualquier otra droga o sustancia que pueda causarnos una adicción. Esto no quiere decir que estemos biológicamente diseñados para volvernos adictos a las drogas. El hecho es que nuestro cuerpo cuenta ya con su propio laboratorio farmacéutico, capaz de producir internamente los mismos químicos que las personas adictas a las drogas buscan en fuentes externas. Una droga externa afecta nuestro cuerpo porque se comporta de la misma manera que lo hace un químico interno similar, el cual es natural para nosotros. Nuestro cuerpo es capaz de reconocer esta droga externa porque ya tiene sus propios receptores que fueron diseñados para actuar con las sustancias químicas internas y naturales, aquellas que somos capaces de producir.
Un gran problema de la adicción a las sustancias químicas es que al crear el hábito de depender de medios externos para sentirse bien, la capacidad de tu cuerpo para producir esas sustancias químicas se ve afectada, incrementando gradualmente tu dependencia a esos estímulos externos. Algo similar ocurre con una adicción a las actividades externas como el trabajo o el ejercicio –la capacidad de tu cuerpo para producir sustancias químicas endógenas cuando no estás trabajando o haciendo ejercicio disminuye. Una persona adicta tiene entonces que hacer hasta lo imposible para encontrar un sentimiento de bienestar. La dependencia es una búsqueda sin final con resultados debilitadores.
Ese tipo de adicciones son contraproducentes para alcanzar el estado del yoga, ya que impiden a la persona alcanzar la felicidad verdadera, generar autoestima, autosuficiencia e integridad. La adicción reprime el desarrollo espiritual, emocional y físico –retrasa el crecimiento- haciendo que la persona se estanque y no avance. La adicción inhibe el florecimiento de la creatividad, el potencial para el cambio y la evolución de la consciencia.
Sin embargo, cuando las actividades externas se complementan con una intención para crecer espiritualmente, proveen los medios para entrenar conscientemente al cuerpo para utilizar su propio laboratorio farmacéutico y liberarse entonces de adicciones, tanto a sustancias químicas como a otra cosa. La práctica de ásanas de yoga es un buen ejemplo. A su vez, los bhakti yoghis cultivan proactivamente lo que ellos denominan como la adicción a Dios, sólo que esta “adicción” no es dañina, porque nos acerca cada vez más hacia Dios y a la realización de nuestra verdadera naturaleza. La práctica de ásanas estimula el sistema endócrino. La consciencia es química, y ciertas ásanas estimulan ciertas glándulas en el cuerpo. Estas glándulas secretan a su vez sustancias químicas que tienen un efecto profundo en nuestra consciencia: las posturas de pie afectan a las glándulas suprarrenales; las flexiones al frente, a los ovarios y los testículos; las torsiones, al páncreas y al hígado; los arcos, al timo, la vela, a la tiroides; la postura del niño, a la glándula pineal, y el parado de cabeza, a la pituitaria. Practicar yoga todos los días nunca resultará en una adicción como la que produce el trabajo o el juego, porque esos tipos de adicciones nos estancan e inhiben nuestro crecimiento y desarrollo, mientras que el yoga ofrece los medios para evolucionar.
Cuando estamos libres de adicciones, podemos sentir lo que quiere decir poseer un cuerpo que sea un instrumento para la felicidad, el éxtasis y el gozo, y nuestro sistema de cuerpo/mente puede cumplir su propósito –alcanzar estados más elevados de experiencia y superar incluso la realización de todos tus más grandes sueños.
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