DESPUÉS DE MORIR - ANTES DE NACER
Isabella Di Carlo, Psicóloga Transpersonal y escritora. Autora de VALORES QUE CURAN (http://www.anahataediciones/). Solemos preguntarnos ¿continúa la existencia después de la muerte? Si continúa ¿a donde vamos? ¿Nos reencontraremos con nuestros seres queridos? Curiosamente no nos preguntamos tanto por la otra cara de la misma moneda ¿de dónde venimos cuando nacemos? ¿Quién es este que hoy llega como mi hijo, como mi sobrino, como mi nieto? ¿De dónde viene? ¿Que vínculos son los que lo traen a esta familia y no a otra? El proceso de morir y el de nacer son el pasaje a través de la misma puerta en dos direcciones contrarias. Hay una forma adecuada de acompañar a quienes llegan por esa puerta y a quienes por ella se marchan. Veamos primero la partida, (dejando de lado las consideraciones en caso de muerte por accidente y en caso de suicidio), veamos la muerte natural. Escribo estas líneas un día antes de viajar a Montevideo a ver a mi madre (que tiene 89 años). Desde hace un tiempo cada viaje tiene sabor a despedida. No se si podré estar con ella cuando llegue la hora final. Se bien que quisiera que quienes la acompañen cuando ese momento llegue tengan acceso a las enseñanzas espirituales de las fuentes más puras. Por ella, y por todos los que como ella se preparan a partir, escribo. Quienes sientan a través de estas líneas que reconocen la verdad, sentirán que un orden perfecto rige todos los procesos. Que aumente el reconocimiento de ese orden amoroso que subyace a todos los sucesos aparentemente caóticos, es el anhelo de mi pluma.
EL MOMENTO DE MORIR
EL MOMENTO DE MORIR
Si uno observa un fallecimiento aparentemente no sucede nada para el que ha partido salvo el reposo absoluto. Sin embargo, la realidad es que es el cuerpo el que se sume en ese estado de reposo, no el ser. Todas aquellas personas que han tenido alguna experiencia post-mortem y han regresado (“porque no era su hora” tal como aceradamente se dice) nos hablan del encuentro con unos ángeles portadores de luz, en cuya presencia sienten una infinita paz y una serenidad desconocida hasta aquel momento. Ese encuentro imprime una vivencia de tal belleza que la persona que tiene este contacto no quiere regresar a la materia. No desea en modo alguno regresar al cuerpo físico, porque en presencia de esa luz experimenta un estado de serena beatitud infinitamente más grato que ninguna experiencia anterior. Sienten que esa luz les completa, les eleva, les inunda, les libera. Según las enseñanzas de la Sabiduría Eterna a través del Maestro Tibetano y el Maestro Koot Hoomi , esa luz es la luz de los Señores de la Muerte. Según la enseñanza, en esos momentos que siguen a la última respiración, en esos sagrados instantes posteriores al último latido, da comienzo una extraordinaria actividad, la más trascendente de toda nuestra vida. Saberlo nos permite acompañar a nuestros seres queridos cuando mueren, sin perturbarlos. Que nuestros familiares lo sepan, nos permitirá cuando llegue el día cierto, transitar nosotros por el portal en paz. Adentrémonos en el proceso de la muerte del otro lado del velo. ¿Cuándo morimos? En el instante en que se corta el sutratma, el hilo que conecta el alma con la personalidad. El hilo de vida se corta por actividad de los Ángeles de la Muerte siguiendo las instrucciones de los Señores del Karma, los cuales a su vez siguen las motivaciones del Alma. Cuando se produce el corte se da un estado de quietud para el Alma, si en esos sagrados instantes las personas que están al lado de la persona que ha fallecido estuviesen en recogimiento, en quietud, en serena expectación, la acción de los Ángeles de la Muerte sería fácil. No siempre es así, muchas veces se produce una lucha entre los familiares (que con su pensamiento y sentimiento atraen el alma) y los Ángeles de la Luz que se están llevando el alma, cuando esta lucha es muy intensa se desencadena un coma. (Si esta lucha no existiera no existiría el coma, no hay según la sabiduría eterna ningún otro motivo que pueda causarlo). Desde la perspectiva del fallecido esa lucha es dolorosísima ya que lo que él experimenta es una paz y una serenidad indecibles cuando el cuerpo deja de actuar sobre su conciencia. Retenerle es perjudicarle. Cuando los ángeles de la luz logran vencer la oposición psíquica de las personas que están rodeando el cadáver, y el alma se retira se sucede otro misterio: la recapitulación.
LA RECAPITULACIÓN
En la India están muy familiarizados con la idea de que la calidad del Devachán (el Cielo de los cristianos, el lugar al que el alma va en el período entre dos vidas) así como la futura condición prenatal de una persona y su nacimiento son modelados por el último deseo que tiene en el momento de la muerte. Esta idea es absolutamente correcta pero no debe ser mal entendida. Es imprescindible comprender que los pensamientos del momento de partir y las vivencias de la recapitulación no ocurren al azar. No pueden resaltarse unos pensamientos sobre otros por el capricho de las circunstancias finales, sino que los que se den se darán porque se corresponden a la nota preponderante que esa persona tuvo en esa vida. Lo que la enseñanza espiritual nos enfatiza es que es durante la vida cotidiana, en lo que decidamos aquí, hoy, donde sembramos la calidad de nuestra muerte. Es nuestro comportamiento, son los deseos que alimentemos, el desapego que logremos, las ideas que nutrimos, las causas que elegimos, las batallas que peleamos y la forma en que las peleamos lo que determina si elevamos mucho poco o nada la nota media de nuestras emociones y nuestros pensamientos. Construimos nuestro futuro hoy, la calidad de nuestros próximos años, la calidad de nuestra muerte, de nuestro Devachán y de nuestra próxima vida, se juegan en las decisiones presentes. Decíamos que los pensamientos del momento de la retirada determinan el futuro. Veámoslo citando al Maestro Koot Hoomi: “Esos pensamientos son involuntarios no tenemos más control sobre ellos del que tendríamos sobre la retina del ojo para impedirle que percibiera el color que le está afectando. En el último momento toda la vida se refleja en nuestra memoria y de todos los escondrijos y rincones olvidados emergen uno tras otro todos los acontecimientos. (…) Ningún hombre muere loco o inconsciente, contrariamente a los que aseguran algunos fisiólogos. Incluso un loco, o alguien en un acceso de delirium tremens, tendrá un instante de perfecta lucidez en el momento de la muerte, aunque sea incapaz de manifestarlo a los que están presentes. (…) En esos breves segundos posteriores al ultimo latido se revive la vida entera. Si os encontráis junto al lecho de un moribundo, hablad en susurros de lo contrario obstaculizáis el afanoso trabajo del Pasado derramando su imagen sobre el velo del futuro”.
Ante los Señores del Karma y ante el tribunal del Alma todo lo que ha hecho la persona en su vida física se revisa. Sus acciones se revisan y se extrae la nota media con la cual funcionó ese ser humano, esa nota que marca la vibración alcanzada por su cuerpo físico y su campo de energía, se guarda en Atomo Permanente Fisico Etérico (el primer gran disco duro). El siguiente paso es la recapitulación del mundo de las emociones. A lo largo de la vida experimentamos un sinfín de emociones, sentimientos y deseos, sin embargo hay un patrón vibratorio en el que nos vamos estableciendo, esa nota es la responsable de dar una orientación definida a la vida de la persona. Esa nota vibratoria se registra en la recapitulación en el Átomo Permanente Emocional (segundo gran disco duro). Finalmente, todos aquellos pensamientos, ideas, opiniones, registradas en la mente por el individuo tienen una nota predominante que se registra en el Átomo Permanente Mental, (tercer gran disco duro) de tal forma que según la nota vibratoria resultante se organiza la experiencia en el Devachán (Cielo) o el Avichi (infierno) y se determina cual será la materia física, astral y mental que utilizará el individuo cuando vuelva a nacer. Nacerá llevando una serie de experiencias dentro de sí que le permitirán vivir dentro de un mundo que desconoce pero al que se adaptará de acuerdo a quien él ya es. Cuanto más avanzada sea el alma tanto más podrá elegir un momento, un país, una familia y un sexo apropiados para poder cumplir con su propósito. En todos los casos nacerá exactamente en el nivel donde lo dejó en su vida anterior y ese nivel queda establecido en el instante de la muerte por el proceso de recapitulación.
LA CONTRICCIÓN
Cuando la recapitulación que provocó esta actividad de los átomos permanentes cesa, dice la enseñanza que vienen los ángeles que representan al Señor de la Justicia. El alma ha quedado queda sin peso específico alguno, pero sí con el recuerdo de los actos que hizo mal, en cualquiera de los subplanos inferiores y se procede a valorar. Este proceso es ni más ni menos que el que los sacerdotes egipcios simbolizaban mediante la Balanza de Osiris, en donde se pesaba el corazón de los muertos. Cuando el proceso de recapitulación y, allí, a través de un acto de contrición, alcanza la comprensión de lo que en el futuro debe ser evitado. Es importante distinguir el concepto de contricción del concepto de arrepentimiento. El arrepentimiento (mucho más propio del nivel de consciencia que tenemos cuando estamos encarnados) es negativo porque no resuelve nada. El arrepentimiento se enfoca en el pasado y se vincula a la culpa, es desear no haber hecho algo que de hecho si hicimos. Nada en este mundo cambia lo que hicimos. Tenemos libertad sobre nuestras acciones futuras, no sobre las pasadas. La contricción se enfoca en el futuro, tiene relación con la intuición, capta profundamente la verdad y con ello siembra una profunda determinación de evitar acciones similares en tiempos por venir. Una vez se ha realizado el proceso de contrición, el alma pasa a un estado similar, pero ya no en el plano astral sino en el plano mental, dicho “lugar” es el Cielo o Devachán. Estará en un subplano u otro del devachán según su nota vibratoria, siguiendo un orden exquisito. Lo que le toque vivir depende de cómo ha sido la vida que acaba de concluir, la “revive” extrayendo sólo las experiencias espirituales.
LA CONTRICCIÓN
Cuando la recapitulación que provocó esta actividad de los átomos permanentes cesa, dice la enseñanza que vienen los ángeles que representan al Señor de la Justicia. El alma ha quedado queda sin peso específico alguno, pero sí con el recuerdo de los actos que hizo mal, en cualquiera de los subplanos inferiores y se procede a valorar. Este proceso es ni más ni menos que el que los sacerdotes egipcios simbolizaban mediante la Balanza de Osiris, en donde se pesaba el corazón de los muertos. Cuando el proceso de recapitulación y, allí, a través de un acto de contrición, alcanza la comprensión de lo que en el futuro debe ser evitado. Es importante distinguir el concepto de contricción del concepto de arrepentimiento. El arrepentimiento (mucho más propio del nivel de consciencia que tenemos cuando estamos encarnados) es negativo porque no resuelve nada. El arrepentimiento se enfoca en el pasado y se vincula a la culpa, es desear no haber hecho algo que de hecho si hicimos. Nada en este mundo cambia lo que hicimos. Tenemos libertad sobre nuestras acciones futuras, no sobre las pasadas. La contricción se enfoca en el futuro, tiene relación con la intuición, capta profundamente la verdad y con ello siembra una profunda determinación de evitar acciones similares en tiempos por venir. Una vez se ha realizado el proceso de contrición, el alma pasa a un estado similar, pero ya no en el plano astral sino en el plano mental, dicho “lugar” es el Cielo o Devachán. Estará en un subplano u otro del devachán según su nota vibratoria, siguiendo un orden exquisito. Lo que le toque vivir depende de cómo ha sido la vida que acaba de concluir, la “revive” extrayendo sólo las experiencias espirituales.
EL DEVACHÁN
El alma permanece luego de la contricción en el Devachán viviendo, actuando y acumulando experiencia hasta un próximo nacimiento. Sólo pasan al devachan los sentimientos de amor, sea cual sea su grado (y se distinguen muchos). Los demás intereses y recuerdos relacionados con nuestra vida social, política, financiera, es decir con todas las demás esferas de actividad, se pierden. Sólo el amor es inmortal, vivimos en el devachán con todas aquellas personas a las que amamos. La intensidad de nuestro amor determinará la belleza de nuestra experiencia y su duración. El otro sentimiento inmortal es el odio, si es el odio el que predomina, el destino del alma es el Avichi, o Infierno, también allí según la intensidad del sentimiento hay niveles y períodos de tiempo muy diferentes.
VOLVER A NACER
Nacer es tejer desde arriba hacia abajo el mismo proceso, en orden inverso. Como veíamos nuestros tres átomos permanentes retienen el nivel vibratorio alcanzado por cada uno de nosotros hasta el momento de la muerte. Si en una vida hemos hecho grandes progresos, la materia con la que se construyen nuestros cuerpos a la siguiente es mucho más refinada. Cuanto más alto el nivel vibratorio de nuestros cuerpos mayor la posibilidad de “diálogo” con el alma durante la encarnación, más sensibilidad al alma. Dado que hay una conexión entre los átomos permanentes y el alma cuando la vibración de lso cuerpos físico, emocional y mental es suficientemente alta el conocimiento acumulado durante muchas vidas por el alma puede descender al cerebro físico, cuando eso ocurre tenemos un genio. La genialidad no es entonces producto de la suerte, ni de la genética. Gandhi, Mozart, Sócrates y Einstein nacieron con la tremenda capacidad que les caracterizó porque la habían acumulado. No fueron herederos de sus padres, como no lo fue ningún genio, sino herederos de sí mismos. Nada se pierde, un orden perfecto rige, cada mérito y cada falta se contabilizan. Comprendiendo el nacimiento a la luz de la enseñanza espiritual resulta de gran trascendencia no provocar jamás un parto si no hay riesgo de vida para el bebé o la madre. El momento de la muerte y el momento del nacimiento los elije el alma, es sagrado, no debe ser interferido. Grandes cambios se ocasionan con nuestro intervencionismo.
REFLEXION FINAL
Comprender que la vida lejos de ser corta cruel y arbitraria, es un eslabón de una larga cadena, saber que todo está lleno de propósito, que hay orden, justicia y dirección (la de avanzar gradualmente hacia nuestra perfección) cambiará radicalmente nuestro punto de vista y nuestra actitud ante la existencia. Comprender que nada se libra a la Ley de Causa y Efecto, Ley del Karma, acentuará la necesidad de correctas relaciones humanas y la inofensividad llegará a ser lo que desde hace tiempo debiera ya ser: la nota clave para regir nuestras vidas. Inofensividad es no hacer daño ni por acción, ni por omisión, tanto el daño como el bien que hagamos, necesariamente regresa a nosotros, es la ley. Comprender que la muerte no es el final de la vida, sino sólo el final de este cuerpo, nos permitirá superar el temor a morir. La muerte no debe ser temida, la bondad del Creador está presente en un orden exquisito, aunque no siempre visible y la justicia, su corolario, rige. Pese a la belleza del Devachán, la muerte tampoco debe ser deseada; aunque la dificultad de encarnar (y volver a asumir cierta cuota de karma pendiente) es comparativamente mucho mayor, sólo encarnados evolucionamos. Lo que sembremos hoy es lo que seremos.
Comprender que la vida lejos de ser corta cruel y arbitraria, es un eslabón de una larga cadena, saber que todo está lleno de propósito, que hay orden, justicia y dirección (la de avanzar gradualmente hacia nuestra perfección) cambiará radicalmente nuestro punto de vista y nuestra actitud ante la existencia. Comprender que nada se libra a la Ley de Causa y Efecto, Ley del Karma, acentuará la necesidad de correctas relaciones humanas y la inofensividad llegará a ser lo que desde hace tiempo debiera ya ser: la nota clave para regir nuestras vidas. Inofensividad es no hacer daño ni por acción, ni por omisión, tanto el daño como el bien que hagamos, necesariamente regresa a nosotros, es la ley. Comprender que la muerte no es el final de la vida, sino sólo el final de este cuerpo, nos permitirá superar el temor a morir. La muerte no debe ser temida, la bondad del Creador está presente en un orden exquisito, aunque no siempre visible y la justicia, su corolario, rige. Pese a la belleza del Devachán, la muerte tampoco debe ser deseada; aunque la dificultad de encarnar (y volver a asumir cierta cuota de karma pendiente) es comparativamente mucho mayor, sólo encarnados evolucionamos. Lo que sembremos hoy es lo que seremos.
BIBLIOGRAFÍA
P. Sinnett - LAS CARTAS DE LOS MAHATMAS
Benjamin Creme – LA MISIÓN DE MAITREYA
Vicente Beltrán Anglada – Conferencia – LOS TRES MISTERIOS
Vicente Beltrán Anglada – Conferencia – EL PROCESO POST MORTEM