martes, 16 de noviembre de 2010

La sabiduría del cuerpo 
Ajahn Dhiravamsa

 

En primer lugar, daremos una definición de sabiduría. Tiene dos significados. Uno es la comprensión profunda y visión cabal de las cosas tal como son, y no como creemos, suponemos o imaginamos que son. El otro se refiere a la capacidad de ser lo que conocemos y la habilidad de traducir la idea y/o el conocimiento en acción. Aunque el primero suena algo intelectual, no es una intelectualización, puesto que la sabiduría surge de una visión profunda y penetrante de lo que «es»; mientras que el intelecto sólo es un ejercicio mental de conocer de acuerdo con nuestro adiestramiento intelectual y pensamiento sistemático o educación. En la sabiduría existe el poder de trascender y liberar cualquier cosa que obstruya o impida el camino y/o el flujo natural y libre de la vida. Es decir, en posesión de la auténtica sabiduría uno se ilumina naturalmente en el sentido de echar luz sobre las cosas y eliminar la oscuridad. En relación con esto, la persona iluminada está colmada con la inigualable luz de la sabiduría y brilla con esta luminosidad transformando todas las fuerzas oscuras de modo de conseguir la auténtica plenitud. En el Todo Unificado, tanto nuestro lado luminoso como el de la oscuridad transformada se vuelven tan plenamente integrados que no queda espacio para el desequilibrio. En esta totalidad de ser y devenir, nuestra función ejecutiva, el «ego consciente», puede llevar a cabo sus tareas perfectamente bien, incluyendo el manejo de nuestras vidas interiores y exteriores en toda su capacidad, de modo que seamos capaces de actuar, hablar y pensar de acuerdo con la guía del conocimiento interior o sabiduría. De esta manera, decimos: «Somos reyes por fuera y sabios por dentro». 

Existen tres vías principales por medio de las cuales surge la sabiduría. La primera es el «escuchar», lo que significa que uno escucha atenta y silenciosamente todo aquello que penetre la modalidad oído o consciencia auditiva. Por ejemplo, Siddhartha escucha el sonido de un río y obtiene una información muy útil y una clara visión interior sobre lo inesperado. Uno puede escuchar la serena voz interior y encontrar una respuesta o solución al problema que nos preocupa en un momento dado, o descubrir una dirección, un camino, o una salida, en el caso de estar perdidos interiormente. La cuestión es que cuando escuchamos, «oímos». Sin una escucha adecuada, o sin el deseo de oír, no oímos. El oír es una consciencia que surge mediante el contacto sensorial entre la modalidad oído y el sonido, voz o vibración: en ese instante la consciencia está presente. Esa es la causa de que la sabiduría, la visión profunda, la iluminación del conocimiento, o un fragmento de información útil puedan surgir y volverse importantes para nosotros. 

La segunda vía o medio por el cual puede obtenerse la sabiduría es el «pensar con el corazón» o «pensamiento objetivo». En este modo de pensar, permitimos que un tema o asunto permanezca en la mente el tiempo necesario, mientras contemplamos silenciosamente y observamos de manera minuciosa todo lo que sucede sin añadir ninguna opinión ni hacer ningún comentario. Después de un tiempo, un destello de visión profunda, o la luz de la sabiduría, surge del mismo modo que el amanecer de un nuevo día dispersa la oscuridad y, a la vez, da luz al mundo. Como cada día es nuevo, la vida también lo es. Se actualiza y renueva a cada instante, de modo que podemos actualizarnos y renovarnos mientras la vida siga fluyendo y los momentos del vivir pasen de uno a otro sin cesar. 

La tercera y más significativa vía de conseguir sabiduría es a través de la práctica de la «Meditación de Insight» o «Vipassan
ā». Esta práctica se basa en el continuo uso de una consciencia no verbal, no juzgadora y desapegada de lo que está sucediendo o pasando en un momento dado. En esta clase de consciencia, la desidentificación y la no elección juegan un papel clave a la hora de obtener sabiduría y de proporcionar espacio para que surja la visión profunda, haciendo posible que la inigualable luz del conocimiento brille directa y vivencialmente. A través de la Meditación de Insight, en el meditador surgen destellos de visión profunda y de conocimiento interior de dos formas diferentes. Una, por medio de la aplicación constante de la consciencia (definida anteriormente) y la observación objetiva de todos los fenómenos, sean físicos, mentales, emocionales, psicológicos, psíquicos o espirituales. La otra, mediante un período prolongado de silencio en meditación profunda donde palabras e imágenes dejan de existir. Tradicionalmente hablando, cuando el samādhi (simbólicamente: agua clara y serena) o mente estabilizada se instala de un modo firme y todos los estados condicionados descansan en la serenidad, aparece de un modo natural la sabiduría de la visión profunda, del mismo modo que la salida del sol produce luz y dispersa la oscuridad. 

Hablemos  ahora del cuerpo y su sabiduría. El término «cuerpo» se refiere a la naturaleza corporal de un ser humano y a la totalidad del organismo material compuesto por los cuatro elementos básicos de tierra (extensión y solidez), agua (cohesión), fuego (calor y actividad) y viento (movimiento y vibración), junto con el cuerpo energético o bioenergía, incluyendo la respiración o aliento. El cuerpo energético, que a veces es llamado cuerpo psíquico, sutil o etérico, abarca distintos campos de energía, o almacena patrones de energía psíquica y emocional acumulados mediante la experiencia personal de sentimientos negativos y dolorosos y sensaciones desagradables. 

Antes de entrar en los detalles del cuerpo energético y sus creaciones, examinemos brevemente la consciencia como condición primera y principal para la creación de los fenómenos físicos y mentales. Es muy evidente que la consciencia que tenemos en nuestra vida cotidiana no sólo es generada por nuestro condicionamiento personal sino también por distintas influencias y energías arquetípicas. Y estas energías arquetípicas predominan en nuestro entorno, en la tierra que pisamos, en el grupo de gente con el que nos relacionamos, en nuestra comunidad, en la sociedad a la que pertenecemos y en el mundo en que vivimos. Entonces, manifestamos tal consciencia en todas nuestras funciones y actividades de la vida, en el trabajo y en todas nuestras relaciones, con nosotros mismos individualmente y con el resto del mundo. Esto significa que tenemos patrones predecibles y definidos de acción, reacción y respuesta a las situaciones de la vida, sociales y mundiales. Con esta consciencia fuertemente condicionada estamos atrapados en una vorágine existencial muy estrecha y limitada, con la que nos hemos familiarizado bastante por medio de la experiencia personal. Atrapados y dando vueltas, nos volvemos agresivos, punitivos y violentos, en particular con aquellos que viven al otro lado de la valla. De este modo, los mecanismos de defensa individuales se fortalecen y arraigan más profundamente en nuestra realidad psicológica, reclamando que los sistemas de defensa territorial se refuercen más y más para que nuestra seguridad esté garantizada. Cuanto más vivimos bajo los dictados de esta clase de consciencia, más miedos y sospechas dominan nuestras vidas y, como resultado, nos aferramos incluso más fuertemente a nuestra existencia superficial. 

Mediante esta consciencia, creamos las condiciones específicas en nuestro cuerpo y nuestra mente adecuadas para contener y acomodar dicha consciencia. En otras palabras, cualquier clase de consciencia que experimentemos en un momento dado nos conducirá por modulaciones o transformaciones automáticas tales que se creará cierta forma de nuestro cuerpo físico y estado mental adecuada para la manifestación de la consciencia. Por ejemplo, al enfrentarnos al miedo, el cuerpo físico se contrae y la mente se vuelve rígida, aterrorizada o, incluso, paralizada y, entonces, proyecta la idea de que podrían suceder toda clase de cosas malas imaginarias. Al experimentar dolor, ya sea físico, emocional o psicológico, el cuerpo se pone tenso y la mente grita y agoniza. En este contexto, observamos la variedad del lenguaje del cuerpo, posturas corporales definitivas y una estructura física distorsionada, que se manifiestan en los individuos como consecuencia de la presencia, o de la invasión, de cierta clase de consciencia con sus patrones de energía. Por lo tanto, podemos comprender cómo se crean los bloques o bloqueos en nuestros sistemas psicofísicos. Estos sistemas poseen un ritmo natural que el cuerpo físico pierde debido al nacimiento de una nueva consciencia. (Cuando hablamos de consciencia también incluimos los patrones de energía que le pertenecen, ya que sin la presencia de cada uno de estos patrones de energía no puede haber consciencia). Con el fin de contener esta nueva conciencia se crea una nueva forma interior del cuerpo con un patrón de energía específico que opera con ella en ese momento particular. Y no sólo eso: la mente o, más bien, las propiedades mentales como la sensación, percepción, intención, impresión y atención, también se conforman de tal manera que se vuelven patrones apropiados y coordinadores de la consciencia. 

En su estado normal, el cuerpo posee un ritmo proporcionado de contracción y expansión tal como nuestra respiración, que tiene su movimiento rítmico de elevación (inhalación) y caída (exhalación). Cuando el ritmo normal es perturbado por los cambios que se producen en el mundo de la consciencia (que opera a través de nuestros sentidos), se produce un vacío debido a que la contracción o la expansión pierde su impulso. O sea, la contracción no puede contraerse a su propio ritmo, o la expansión es incapaz de expandirse según su ritmo normal. Entonces, los patrones de energía negativos, ya sean sensaciones o sentimientos, que operan con la consciencia en ese instante, quedan enterrados o encerrados en ese particular hueco o vacío y, por consiguiente, se crea un bloqueo. La naturaleza, que no quiere dejar un vacío vacante, lo llena con cualquier cosa que sea apropiada en ese momento. En consecuencia, descubrimos que la ira se entierra en las mandíbulas, en los tobillos y en la parte media e inferior de la espalda. El miedo se oculta en las rodillas, en los hombros y en la parte superior del pecho. La tristeza y la pena se sumergen en medio del pecho. La ansiedad se hunde y encierra en el vientre y alrededor del tórax. El dolor primordial yace en el estómago, etc. 

Aquí es interesante mencionar que en cada lugar de bloqueo hay una historia o cierta información acerca de un incidente reprimido además del patrón de energía mismo. La historia, o el incidente mismo, se revela ante el sujeto y su terapeuta cuando ese patrón de energía específico es liberado y disipado mediante el proceso terapéutico. A veces, esto les sucede a algunos meditadores durante una meditación silenciosa, lo que produce una gran sorpresa no sólo al meditador sino también a todos aquellos que están presentes en la sesión de meditación. Es una sorpresa porque nunca pensamos que haya algo como la ira, el miedo o la pena enterrado en alguna zona del cuerpo en particular. Ciertamente, en nuestro viaje a través del proceso de la consciencia encontraremos muchas sorpresas o cosas que nunca habíamos anticipado. Por eso lo llamamos «viaje de descubrimiento». 

Hasta aquí, espero haber dejado claro cómo el cuerpo o el sistema de naturaleza corporal y bioenergía es condicionado por la consciencia. Por favor, tengamos presente que este proceso se produce en el curso de nuestra vida cotidiana. Para ver esto por nosotros mismos, sólo tenemos que prestar atención y observar lo que realmente le sucede a nuestro cuerpo físico y al ámbito mental cuando experimentamos una cierta sensación o emoción en nuestra vida. Además, recordemos que cuando se experimenta una sensación, una emoción o un estado mental, está presente cierta consciencia, puesto que es el principal cauce de flujo natural. En este sentido, esta consciencia es como un río que corre sin cesar, mientras que la sensación, la emoción y los estados mentales son comparables a las cosas que arrastra el agua del río. 

El cuerpo está principalmente condicionado y muy influenciado por la consciencia. Pero tiene su modo específico de insinuar o involucrar al ego consciente, en particular, cuando quiere, en gran medida, que un bloqueo o energía encerrada sea eliminado para que deje de haber dolor o no se desarrolle una enfermedad que amenace la vida. La implicación o insinuación más general es el dolor, por medio del cual el cuerpo intenta hacer que el individuo note que algo está mal en la parte del cuerpo que lo está padeciendo. El dolor, al ser en sí mismo un patrón de energía, contiene información valiosa –como en realidad la contienen todos los patrones de energía– para instar al individuo a tomar medidas eficaces con el fin de liberar la energía insana enterrada. Pero, por lo general, no vemos que el dolor corporal está tratando de transmitirnos esa útil información. Por el contrario, intentamos eliminar el dolor por todas las técnicas disponibles. No entendemos que eliminar el dolor sin liberar o transformar la energía subyacente no constituye una cura permanente o total sino sólo un alivio temporal. Normalmente, la energía debajo del dolor es un condicionamiento emocional, salvo que lo que de lugar a esta dolencia sea una lesión o tensión puramente física. Para saber esto con certeza la consciencia es esencial, ya que ésta posee la función de suministrar información al ego consciente. Con el ego consciente presente y haciéndose cargo de la situación de la vida, encontraremos una solución real a cualquier problema o desafío. Esto se debe a que cada clase o patrón de energía contiene información y siempre está dispuesta a compartirla con el ego consciente (el individuo con conciencia). 

Otra forma en que el cuerpo intenta comunicarse con nosotros es lo que técnicamente se conoce como «lenguaje del cuerpo». Hablando de un modo realista, es la energía la que mueve y da forma al cuerpo. Por ejemplo, cuando perdemos la postura correcta (erecta, erguida y alineada armoniosamente) el cuerpo busca compensación adoptando una postura torcida y desequilibrada que producirá, con el paso del tiempo, alguna forma de dolor o tensión aguda. Nuestra forma de caminar, nuestra postura al pararnos, nuestro estar –en público o en privado–, indican la presencia y trabajo de cierta energía que está a cargo y dirige nuestra vida en ese momento. Tengamos presente que cuando hablamos de energía también nos referimos a una consciencia que opera con ella, aunque su movimiento no sea visible en la superficie. De hecho, la consciencia subyace a la presencia y funcionamiento de todos los patrones de energía que se manifiestan en nuestras vidas a través de los seis sentidos. 

En general, el cuerpo expresa su sabiduría diciéndonos lo que es bueno y lo que es malo para él, desde luego que no en términos de moralidad, sino en el sentido de salud y armonía, o de daño y toxicidad. Por ejemplo, al comer, beber o ingerir algo, el cuerpo sabe exactamente si lo que comemos, bebemos o ingerimos es bueno o malo, dañino o saludable. Pero la mayoría de nosotros, en lugar de escuchar al cuerpo, nos adherimos y acomodamos a las preferencias de la boca o de la mente (o sea, al sabor o a una sensación agradable al paladar). Por lo tanto, no escuchamos la sabiduría del cuerpo y, como resultado, terminamos envenenándolo y/o abusando de él, en ocasiones gravemente, aunque sea sin intención, mientras que a nivel consciente pretendemos disfrutar de la vida a pleno, o sacar el máximo placer posible de lo que consumimos.

Si prestamos atención al cuerpo, ciertamente seremos capaces de saber lo que quiere y necesita, ya que éste intenta muy insistentemente comunicarnos lo que realmente desea, de modo que lo que falta y es deficiente en su sistema corporal sea suministrado, permitiéndole obtener placer de forma saludable y estar en armonía con todos sus sistemas de energía. Cuidarse para una existencia armoniosa y saludable es, indudablemente, una expresión de sabiduría, no importa si viene del cuerpo o de la mente (una mente asociada con la sabiduría o una consciencia sabia). La razón de que el cuerpo posea sabiduría es que todo él constituye una de las seis modalidades sensoriales, como el ojo, el oído, la nariz, la lengua y la mente, lo que indica con claridad que el cuerpo es una fuente o lugar de partida de donde surge una consciencia. La consciencia que se manifiesta a través la modalidad sensorial del cuerpo es, según la terminología budista, «consciencia corporal». De igual modo, tenemos la consciencia visual, la auditiva, la olfativa, la gustativa y la mental (una consciencia que nace de la modalidad sensorial de la mente). Operar con consciencia en el contexto anteriormente descrito es sabiduría puesto que el término «consciencia», en el amplio uso moderno, se refiere al discernimiento, una forma de sabiduría. 

Existe una historia de un monje budista de la época del Buddha. Se dice que el monje meditó con los ojos ligeramente abiertos, sin dormir, durante un período de tres meses. Hizo el voto de utilizar únicamente tres posturas (sentado, caminando y de pie) para esta práctica austera de meditación, y no se acostó durante esos tres meses. Como resultado, se quedó ciego y no podía ver los insectos, o las hormigas, o los seres vivos en el suelo en el que practicaba la atenta meditación caminando. En consecuencia, tropezaba con ellos y los dañaba, e incluso los mataba sin querer. Como muchos monjes amigos le aconsejaron que no hiciera meditación caminando, les dijo que consultaría a su cuerpo, y así lo hizo. El mensaje que recibió de su cuerpo fue que podía seguir haciendo meditación caminando mientras no tuviera intención de dañar, matar o pisar a los seres vivos, y que esa era una acción absolutamente correcta. Poco después alcanzó la completa iluminación. 

De esta historia aprendemos que la sabiduría del cuerpo traza una línea delgada pero definida entre esencia y superficialidad, o entre la acción esencial y la denominada acción moral. La mente moralmente orientada será arrastrada forzosa o incluso dolorosamente por la culpa si comete un acto inmoral, o no será capaz de llevar a cabo una acción esencial contra el precepto establecido por una religión organizada. Esto se debe a que la culpa, aunque sea una forma más leve de miedo, tiene una fuerte autoridad sobre la mente, que muy a menudo paraliza a las personas con inclinaciones morales. 

Con relación a procesar, el cuerpo sabe muy bien qué hacer exactamente, hasta dónde llegar y cuánto tiempo dedicar a cada sesión de procesamiento. Por ejemplo, cuando un individuo hace contacto con un patrón de energía encerrado dentro del sistema psicofísico, tiene lugar una clase de expresión, ya sea mediante una repentina y espontánea irrupción de sonido, ruido o movimiento físico, o sollozando o llorando durante un período de tiempo. Este incidente se denomina «procesar», y seguirá hasta que el patrón de energía encerrado sea liberado y limpiado adecuadamente. En tal situación, el cuerpo es capaz de facilitar el trabajo de manera eficaz, siempre que la mente no interfiera, o que el ego se mantenga alejado y no complique el proceso. A veces, el cuerpo despierta al individuo a mitad de la noche si considera que el trabajo de procesamiento debe realizarse en ese preciso momento, ya que tiene su propio ritmo, aunque la mente consciente o ego no lo sepa, y por lo tanto, se resista al trabajo programado por el cuerpo. Además, el cuerpo comprende muy bien cómo crear un equilibrio dinámico entre la liberación de la energía bloqueada y la producción de una energía nueva y saludable para llenar el vacío, de modo que la liberación no exceda de manera abrumadora la proporción apropiada de producción y pueda prevalecer la armonía entre los distintos sistemas de energía.
 

En relación con esto, recordemos que, al igual que sucede con el funcionamiento de la naturaleza en general, el cuerpo se preocupa mucho por mantener cierta clase de equilibrio, y lo hace dirigiendo su ojo de sabiduría al flujo armonioso de los diferentes sistemas de energía en el seno de su forma de vida u organismo. Por lo tanto, debemos abrirnos al cuerpo más enérgicamente para ser capaces de abordar una enfermedad o falta de equilibrio con una actitud creativa y aprender más sobre la sanación, la salud y la totalidad integrada.

Vichitr Ratna Dhiravamsa, «The Wisdom of the Body» / «La Sabiduría del Cuerpo» (Dhiravamsa.com). Versión para AppamādaNet: Alejandro P. de León, Buenos Aires, 2008. Corrección: María Isabel Zapico. 

No hay comentarios: