Autor: Dr. Bert Hellinger
Cuando los padres dan la vida, actúan en la más profunda concordancia con lo humano en ellos, y se dan a sí mismos a sus hijos exactamente tal y como son. No pueden agregarle nada a lo que son, ni tampoco pueden desechar nada. El padre y la madre, consumando su amor el uno por el otro, le dan a sus hijos el todo completo de lo que son. De esta manera, el primero de los Órdenes del Amor es que los hijos toman la vida tal y como se les es dada. Un hijo no puede desechar nada de la vida que se le ha dado, ni tampoco el desear que algo fuera diferente puede cambiar nada.
Un hijo ES sus padres. El amor, si ha de tener éxito, requiere que el hijo asienta a sus padres tal y como son, sin miedo y sin imaginar que pudiera tener otros padres diferentes. Después de todo, padres diferentes hubieran tenido hijos diferentes. Nuestros padres son los únicos posibles para nosotros. Imaginar cualquier otra cosa como posible es una ilusión.
Asentir a nuestros padres tal y como son es un movimiento muy profundo y hondo. Implica nuestro asentimiento a la vida y al destino exactamente como es presentado a nosotros por nuestros padres; con las limitaciones que vienen con ello. Con las oportunidades que son ofrecidas. Con las complicaciones en el sufrimiento, la mala fortuna y la enfermedad en nuestra familia, o en la felicidad y buena fortuna que pudiera venir.
Este asentimiento hacia nuestros padres tal y como son constituye un acto religioso. Expresa nuestra disposición a renunciar a las falsas expectativas que exceden o se quedan cortas de cómo es en realidad la vida que nos dieron nuestros padres. Este asentimiento religioso se extiende mucho más allá de nuestros padres, y así, al asentir a nuestros padres, deberemos ver más allá de ellos. Deberemos ver a través de ellos hacia la distancia lejana desde la cual la vida misma viene a nosotros, y deberemos inclinarnos profundamente ante el misterio de la vida. Cuando asentimos a nuestros padres tal y como son, reconocemos el misterio de la vida y nos sometemos a él.
Usted puede probar el efecto de este asentir en su alma, imaginando que se inclina profundamente frente a sus padres y les dice, 'La vida que ustedes me dan viene a mí al precio completo que les ha costado, y al precio completo que me cuesta a mí. La tomo completamente, con todo lo que viene con ella, con todas las limitaciones y las oportunidades.' En el momento en que estas frases son pronunciadas con autenticidad, reconocemos la vida tal y como es, y a nuestros padres tal y como son. El corazón se abre. Cualquiera que emite este asentimiento con autenticidad sentirá la plenitud y la paz.
Compare el efecto de este asentimiento con su opuesto, imaginándose a sí mismo dándoles la espalda a sus padres, mientras dice, 'Quiero unos padres diferentes. No me gusta cómo son los míos.' ¡Qué iluso, cómo si fuera posible ser nosotros mismos y tener padres diferentes! Aquellos que secretamente pronuncian tales frases le dan la espalda a la vida tal cual es, y se siente vacíos, sin apoyo, y no encuentran la paz consigo mismos.
Aún hay, sin embargo, implicado otro misterio más. Y éste es que nos experimentamos a nosotros mismos como siendo únicos, que cada uno de nosotros tenemos algo personal que no puede ser duplicado y que es diferente de lo que son nuestros padres. Y esto también deberá ser afirmado, tanto si es fácil como dificultoso, bueno o nefasto. Si miramos al mundo y hacia nuestras propias vidas con claridad, entonces veremos que todo lo que hay y todo los somos, se pertenecen uno al otro. Lo que sea que hagamos o nos rehusemos a hacer, lo busquemos lograr o aquello a lo que nos opongamos, lo hacemos porque sirve a un todo mayor que no entendemos. Si intimamos con ese todo mayor, entonces experimentamos este servicio como una tarea o un llamado que ni le agrega nada a nuestros logros personales si es bueno, ni tampoco a nuestra culpa personal si es terrible. Simplemente somos llamados a servir. Cuando miramos al mundo de esta manera, las diferencias usuales se hacen irrelevantes. Yo describo esto en un dicho que se llama, Lo Mismo.
La brisa se mueve suave y murmura,la Tormenta explota y aúlla.
Aún así es el mismo viento,
el mismo canto.
La misma agua
nos baña y nos ahoga,
nos lleva y nos sepulta.
Todo lo que está vivo, utiliza,
se preserva a sí mismo y destruye,
uno a lo otro,
conducida por la misma fuerza.
Eso es lo que cuenta.
¿Quién es servido por las diferencias?
Estas son las condiciones fundamentales para la vida. Es dado que tenemos padres y que somos hijos. Y también, que tenemos algo único y personal.
Dr. Bert Hellinger
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